Me dicen algunos unos y algunas otras que a ver si escribo algo sobre la Fé. Hay que ver, una palabra tan corta con un significado tan largo… pero, sobretodo, un significado tan indefinible. Porque, por mucho que se hable de ella, y por mucho que se emplea con tanta contundencia, lo cierto, la verdad, es que es una definición muy indefinida, permítanme ustedes el retruécano. Creo recordar que hace algun tiempo, quizá que bastante tiempo, escribí un artículo sobre este mismo enunciado, que debe andar… mejor volar, enredado en alguna nube informática, vaya Dios a saber. Pero, como me es mucho más trabajoso el buscarlo que el empinarlo de nuevo, pues prefiero volver a intentarlo.
La corta palabra esta viene del latín “Fides”, que significa lealtad, confianza, fidelidad, y de su largo léxico nacen otro montón de asociadas a ella, como fidere, fidelis o infidelis, pérfidus, fiducia, confidens, y una larga y cumplida tira, hijas e hijos de la de tan solo dos letras. Esto es un ejemplo ilustrativo que de lo poco sale lo mucho, de lo pequeño nace lo grande, como del punto simple del Big Bang emergió todo lo complejo… Porque la fé, al fin y al cabo, no es nada de simple ni sencillo, por mucho que se la hayan apropiado las Iglesias casi que para definir su exclusivo uso. Pero no es así. O, al menos, no debe serlo. El significado catecísmico más antíguo en mi memoria, el Ripalda, la de la fé era tan escueta como esto: “FÉ es creer sin ver”. Y punto pelota.
Aprendedselo de memoria, que no es difícil, nos decían, y el que quiera entenderlo, que eso ya es otra cosa, que se lo pregunte al cura, y si aún y así no lo entiende, que se lo pregunte en confesión y se atenga a las consecuencias, que va a saber lo que vale un peine. Naturalmente, de algo tan elemental surgen preguntas elementales, por ejemplo: óiga, ¿creer qué?, y ¿sin ver, qué?.. ¿los Reyes Magos?.. ¿la democracia?, ¿los billetes de 500?.. Claro, la Iglesia hablaba de Dios, de “su” Dios, por supuesto, y de sí misma y todos sus dogmas. Tienes que creer, hijo, en todo lo que nos te digamos, cuando nos te lo digamos y como nos queramos. Por supuesto. Era así de sencillo. Eso mismo, y no otra cosa, era la tal Fé.
El pequeño problema es que aún quiere seguir siéndolo. O así lo parece por lo menos. “El que no tiene fé es un impío”, se decía y aún se afirma, y así se sigue creyendo y manipulando. Tan es así, que se cree a piés juntillas que un hombre, o una mujer, sin fé, está condenada a la ausencia de “la gracia”, si no a otras cosas `peores. Sin embargo, nada más lejos de semejante barbaridad. El intentar hacer dos clases de personas: las que tienen fé, que serán salvadas, y las que no tienen, que serán condenadas, es una atrocidad digna de la primera cruzada, por seguir con las pareadas…
Todos, en mayor o menor grado, tenemos fé, según su sentido natural original, porque todos con-fiamos en algo, o en alguién, en algunos conceptos o ideas. Absolutamente todos nos fiamos en algún momento de alguna cosa.. La fé es una capacidad consecuente de la humanidad (y de algunos animales evolucionados) que nos hace “fiarnos” de nuestros semejantes todos los días de nuestras vidas. Un señor pregunta a otro por una dirección, éste se la explica, y el otro se “fía” de él… hasta sin “ver” ni “conocer-lo”. Esa es la fé, la fianza, y la confianza.
Otra cosa ya muy distinta y distante es cuando monopolizamos la fé como una idea dirigida, y la utilizamos como un arma: o crees, o no crees; o tienes fé o no la tienes, pero, claro, fé en y cómo yo te diga y mandemos entenderla. Esa es la casi insalvable diferencia. A mí me gusta poner un ejemplo más simple que yo mismo, que lo soy más que un cazo (de ahí viene cazurro): vamos a ver, maestro, ¿usted tiene fé en la libertad?, vale… ¿y en el sometimiento, en la esclavitud?.. de acuerdo. Lo que no se puede decir del que cree en el primer supuesto es que no tiene fé.
Lo que pasa con esto es que hemos confundido los principios. El gran sabio y humanista Averroes, afirma en una de sus máximas que “la fé está subordinada a la razón”, y nuestra sociedad lleva siglos, milenios, haciéndolo al revés azuzada por los diferentes credos existentes, esto es, subordinando la razón a la fé de turno. (Cuando Jesucristo lanzó su famosa llamada: “¡¡ hombres de poca fé ¡!”, se refería claramente a sujetos que no tenían fé en sí mismos (lo otro no era fé). Y nosotros andamos predicando que hay que tener fé en otras dudosas cosas más que en nuestra propia razón… Entonces, ¿qué leches vamos a buscar – “buscad y encontraréis” – si ya lo hemos encontrado?..
Este artículo me vá a hacer reo de picota en muchos y muchas. Lo siento. Pero esa es mi fé, en ella confío y de ese Dios me fío… ¿Que me dicen que eso es contrario a la fé?.. pues, entonces, es que seré un hombre sin fé. Pues peor para mí. Pero lo que nunca podré perdonarme es tener la fé equivocada, y/o vendérsela a los que dicen que la verdad es suya por decreto divino. Esa es la razón a la que aludía el tal Averroes. Las fés impuestas no son fés, son otras cosas, y las encontradas en laboriosa búsqueda se aproximan más, mucho más, a la fé que todo hombre debe tener, guardar y desarrollar por sí mismo… O algo así.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com