La Historia, con hache mayúscula, es compleja porque está hecha de historias con hache minúscula… Me explico: supone una relación de hechos antíguos que nos son suministrados por unos políticos – sean estos centrales o periféricos – que los adaptan a sus peculiares intereses, con independencia de su estricta veracidad. La Historia siempre ha formado parte de una “ideologización” de la sociedad regida y dirigida por los poderes gobernantes… En la dictadura se la manipulaba de acuerdo a una idea previamente concebida de falso imperialismo, y en las comunidades “democráticas” actuales, se la prostituye igual, exáctamente por los mismos bajunos y patrioteros motivos. Así que, quienes quieran enterarse de la Historia más auténtica y menos omitida posible, tendrán que currárselo a través de buscar en los más honrados y genuínos (y no paniaguados) historiadores.
Me van a permitir ustedes – si es que les interesa el tema, claro – un ejemplo personal: Cuando yo era un chiquillo, con respecto a la fundación de Quart Hadast / Cartagena / por los púnicos carthagineses, y su posterior conquista por los romanos, tan solo se decía, y gracias, que esa capital hispana de Carthago Nova fue tomada por Publio Cornelio Escipión, mientras Aníbal, hijo de Amílcar Barca, se encontraba asaltando los Alpes con sus elefantes para darle estopa a Roma, en una especie de mutuo golpe de efecto, o así, al menos, me lo imaginaba yo. Vale. Lo que ya ignoro es hasta dónde se dá de esta Historia en la actualidad; hasta dónde se forma o se deforma, según en qué patio de corrala se imparta, naturalmente. Pero me temo que no mucho más de lo que yo recibí. Tendré que preguntarle al universitario de mi nieto a ver qué me dice él, que tiene muchos más estudios que yo…
…Sin embargo, éste que hoy les escribe esto, tuvo un padre ilustrado, que, a pesar de haber recibido una cultura aún más básica que la mía (que ya es decir), fue una persona interesada en esa Historia nuestra, que buscaba y leía, y completaba su querencia y la información que perseguía, en los libros, estudios y tratados. En una época en que ni Internet existía ni a Wikipedia se la esperaba, mi progenitor, quizá estudiando a su contemporáneo Castillo Puche, que bebía de las fuentes del griego Estrabón, había colmado sus ganas de saber, casi tanto quizá, que en esta “era de la información” que hoy llamamos a la actual… ¿o acaso es la era de la desinformación?..
Sea como fuera, en los ocasionales viajes en que le acompañaba a Cartagena llevándome de paquete en aquella Lambretta de 125 c.c., en la que entrábamos por la carretera de Torreciega, mi padre me ilustraba: “mira, justo aquí, donde estamos, Escipión el jóven (su padre y su tío, también Escipiones, habían muerto en la misma Hispania derrotados por los carthagineses) fue exáctamente por donde tomó la ciudad”… Y me contaba que Cartagena era entonces una península, con su istmo más al oeste, rodeada de agua y murallas, y que se consideraba inexpugnable. Pero que, por alguna razón, el general romano sabía que por aquella parte eran marjales, aguas bajas y pantanosas (de hecho a aquella zona se le conoce aún por El Almarjal, en su término árabe), y que sus tropas, con el agua llegándoles a medio cuerpo y en escaramuza nocturna, podían entrar y romper sus defensas… Muchos años después de todo esto que mi padre me contaba, precisamente allí se descubría el valioso y famoso resto arqueológico de la Muralla Púnica, la misma que fue asaltada por Escipión…
Hoy, en la actualidad, en este mismo ahora, me pongo a leer un libro de Santiago Posteguillo, un excelente romanista y autor de magníficas novelas históricas, género que borda, y me enfrasco en uno de sus títulos: Africanus, donde se me descubre, en su última parte de la trama, en que se narra la conquista de Quart Hadasht, o Nueva Carthago, por parte de Escipión, exáctamente tal y cómo mi padre me la describió hace más de sesenta años largos…
Luego, que vengan a contarme los “callejistas” de hoy y de todos los tiempos lo de cómo se hace la Historia, con hache mayúscula… Porque la Historia se hace a sí misma, y nosotros la despachamos según nuestros propios intereses. Y nos la fabricamos al gusto de cada pandilla de… delincuentes históricos. O la ocultamos, y el tiempo, o la casualidad, o la causalidad, o lo que fuera eso, vá desenterrándola de las mentiras, silencios, omisiones y tergiversaciones con que la tapamos, al igual que los sedimentos que hubo que remover (de tierra y de intereses politicoeconómicos) para sacar a la luz esa misma Muralla, o ese mismo Teatro, o ese mismo Circo, en una ciudad donde lucharon y se juntaron dos antíguas civilizaciones – púnica y romana – para llegar a constituír una sola y única cultura.
Pero, como todo lo valioso, esa cultura no hay que encontrarla en los abrevaderos de los sistemas educativos actuales, hechos a golpe de trampas e ideología barata, si no que hay que buscarla en los caminos de la investigación y del conocimiento… Como esta misma historia que hoy os relato aquí: la pequeña historia de la gran Historia que un día me enseñó mi padre…