Es la crónica de El Ejido, pero bien puede ser la de Torre-Pacheco, de Fuente Alamo, de cualquier pueblo del Campo de Cartagena, o de cualquier otro lugar que albergue inmigración laboral… Lo que allí ha pasado desde los tristes y luctuosos sucesos del 2.000, resulta extrapolable a cualquier otra población que, como en su caso, la población inmigrante que alberga se acerca al 30% entre residentes legales y/o ilegales si se tercia. Los sucedidos (a veces no sucedidos), los hechos y los comentarios, son tan iguales e idénticos, tan hermanados, que lo mismo da dónde ocurran, dada la repetición cuasi exacta de los mismos.
C.P., de 69 años, en la terraza de un bar de El Ejido: “Se han apoderado de todo. Por la tarde no puedes salir. Hay extranjeros en cada esquina… y yo no soy racista, se lo juro”… Otra vecina cuenta que vendió su casa porque entraron a robar con ella dentro; el otro día la empujaron para robarle el bolso; a una sobrina suya le dieron una paliza en el supermercado donde trabaja… “no soy de Vox – dice – pero hay cosas que no me gustan, y lo que digo es: el que tenga trabajo, que se quede, y el que no, que se vaya a la mierda… a ver si no tengo razón”…
Esto es lo tópico y típico que podemos encontrar (y, de hecho, encontramos) en cualquier otro sitio de idénticas circunstancias y de parecidas características… La inmigración y la seguridad fueron en El Ejido (y lo son en todos los pueblos) las bazas psicológicas que Vox utilizó allí en la campaña electoral última, siendo, claro, la formación política más votada. Partido ultra que volvió a llevarse el gato al agua al año siguiente, en las locales y autonómicas, con la tercera parte de los votos emitidos… La extrema derecha vio en el océano de invernaderos local, sustentado por la producción de una agricultura intensiva y extensiva apoyada en inmigrantes, sobre todo marroquíes y subsaharianos, un fabuloso caladero para conseguir votos con que materializar – y demostrar – su credo político, así que, entre los candidatos, eligieron a un hijo de una de las tres personas asesinadas 20 años atrás, y que desató la sangrienta “caza del moro” que se dio entonces. Puro y duro oportunismo… Naturalmente, quedaron como segunda formación, tras el PP, y, por supuesto, entraron con mucha fuerza en el gobierno municipal, aunque, el acuerdo, plagado de torpezas y desencuentros, apenas duró año y medio.
Los recién ascendidos al poder llegaron atropellando y como elefantes en una cacharrería… “Arriba España. Esto se ha acabado. Que se preparen que aquí estamos. Vamos a poner patas arriba la inmigración, la seguridad, la agricultura, los okupas…”, afirma J.M.A., secretario municipal. “Llegaron arrasando, según su estilo”, añade al alcalde, F.G. Todo iba a cambiar y a mejorar, y se iba a empezar a vivir en la Arcadia feliz.
Pero lo cierto y verdad es que todo siguió – y sigue – igual que antes de la irrupción de los del Guerrero del Antifaz… Al principio del 2021, el propio elegido por hijo de víctima acabó abandonando el partido, y los ediles electos de la formación perdieron sus responsabilidades de gobierno. Un fiasco para sus votantes de El Ejido, y un fiasco dentro del propio Vox… “Iban a expulsar a todo el que no tuviera papeles, entre otras promesas, pero al entrar en las instituciones se dieron cuenta que una cosa es predicar y otras dar trigo”, aclara uno de sus exsocios de pupitre.
En El Ejido, para bien o para mal, la vida sigue igual, y nada, absolutamente nada, ha cambiado. Ni un solo ápice. “No noto excesivo racismo, solo lo justo, pero yo me limito a trabajar y vivir mi vida”, añade M.D., un argelino de 59 años que lleva viviendo 32 en el pueblo… En sus calles siguen viéndose más yihabs que faldas y pantalones, pero apenas unos pocos hombres mayores, algunos jóvenes fugados de los institutos, y muchos críos pequeños. El resto están todos de braceros en el inmenso mar de invernaderos.
Aquí, en Torre-Pacheco, por ejemplo, como en otros pueblos de similar condición, aún no se ha dado la eclosión de Vox que se busca en las urnas, cada vez con mayor respuesta ciudadana de respaldo también, y que llegue a entrar en el gobierno municipal con su zarpa de cambio, pero, o quizá por eso mismo, según ellos, el paisaje y el paisanaje es idéntico al del hermano pueblo almeriense… Dos calcos, dos cromos repetidos, una misma estampa. Hay un viejo dicho: “escarmentar en cabeza ajena”, al que no interesa sacarle su moraleja. Pero, si no nos valen las lecciones aprendidas de, y por, nuestros vecinos, será porque debamos experimentarlas por nosotros mismos. Y entonces tendremos que arriesgarnos a que nos enseñen lo que ya sabemos: que no hay empacho en vender un pescado que se sabe que no se puede pescar, aunque con eso se engañe al personal burdamente… Los que importan que caigan en las redes son esos ciudadanos metevotos, no los peces. Por supuesto que sí, claro…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com