Alberto Garzón no supo decir lo que quería decir: que las macrogranjas contaminan más que beneficios dan; y que dónde vá a parar un chuletón criado en dehesa y al natural que engordado de química, engordado rápido y en sobrexplotación… Y todos lo hubiéramos entendido. Pero, no. Dijo que en España se hacía mala carne porque se practica la tortura animal. Y no es lo mismo. Este hombre tiene un déficit acusado de expresión correcta, y lo han hecho ministro. It ist the question, habría que aclararle a The Guardian… Luego, después, sí que parece que ha querido, o intentado al menos, aclarar lo que dijo y no quiso decir por lo que tenía que haber dicho, pero el mal ya estaba hecho, y la cizaña sembrada en el albañal. Lo dicho, este hombre la caga cada vez que abre la boca. O es cuestión de anatomía, o de formación, pero no debería estar ahí…
Enseguida, como era de esperar, Pablo Casado y toda su falange, han aprovechado el feliz desliz para hacer oposición lacustre, y ordeñar el voto de los productores y ganaderos, que son muchos… Así que se fueron todos, como un solo resorte, a los prados y las dehesas a hacerse fotos con las vacas y terneros de fondo; y cochinos y marranillos, en plan bucólico, tras hacer ver a los suyos otra vez la serie completa de Heidi y el abuelo, Yuhú, abuelito, dime tú… y embadurnarse de ambiente debidamente. Y se han lanzado a visitar criaderos y criadores modelo, de los que conocen a cada oveja por su nombre (como el buen pastor); y a hacerse fotos con hileras de jamones de fondo, borrándole su marca Gürtel, claro… Y no es ninguna broma ni invento, que hay múltiples grabaciones de tales gilipolluás…
No se le ha visto, sin embargo, en ningún macrocriadero de cerdos de la España vaciada de personas y llenada de cochinos; ni en los del Campo de Cartagena que envenenan las aguas del Mar Menor, y que acumula denuncias europeas, chapoteando de purines hasta la rodilla, y donde no conocen a los gorrinos por su nombre… Claro que no, eso es que ya apesta demasiado. Su torpeza en montar estos spots, falsamente idealizados, es paralela, pero más ladina, a la del ministro metepatas. Empatados, pues, a estupidez…
No sé si habrá sacado ventaja con tan burda campaña, pues con eso ha bendecido acciones tan deleznables como la de los asalvajados ganaderos de Lorca… Solo el slógan parido por su pandilla de bien-pagados cerebros resulta escalofriante: “o granjas, o comunismo”. Lo que tendrá que ver lo uno con lo otro. No tengo constancia que Stalin enviara a Siberia a ningún criador de cerdos ni de vacas, más bien al contrario quizá, ya que, por muy comunista que se sea, a nadie amarga un buen bistec, que él bien se los comería en el Kremlin… Mezclar comunismo con ganado solo valdría si se comparase con su contrario, rival, pero socios en el fondo, el fascismo, pues en eso son técnicamente idénticos.
Yo me acuerdo cuando era zagal, que, en mi pueblo, como en todos los pueblos de aquella España, estaba el hortelano que cultivaba y vendía el producto de su huerta; y el que criaba cochinos, que distribuía su buen “chiche” por tiendas y colmados; o el pariente que tenía una vaquería, y vendía la leche a los vecinos: o el que criaba cabras, que hacía lo propio en las calles, en vivo y en directo… Y todos vivían dignamente de su trabajo productivo en las colectividades humanas, y hasta podían mantener dignamente a sus familias, dentro de aquel contexto, claro…
Luego, después, ya en los años ochenta, cuando entramos a formar parte de la UE a través de aquél Mercado Común, se vió que esas pequeñas explotaciones no podían competir con los grandes productores del norte de Europa, incluso esa misma Europa comenzó a subvencionar la desaparición de vacadas y otras cosas. Y los pequeños productores, que practicaban la auténtica economía circular, por cierto, vieron que no les eran rentables sus negocios si no los hacían crecer y expandirse industrialmente. “hacerse más competitivo”, le llamaban… Y provocó una diáspora en los campos y en las granjas.
Sin embargo, hoy, ese modelo resulta altamente contaminante y envenenador del medio ambiente; agrava el problema del cambio climático; baja la calidad de los productos; y lo que es más sonrojante: se empieza a comprobar que tampoco abarata los precios… Que yo recuerde, aquella economía circular (la verdadera) no encarecía los precios, si no que se adaptaban al medio adquisitivo perfectamente, y al medio ecológico y aprovechable, también: los animales producían estiércol, con el que se abonaban los pastos, que volvían a alimentar el ganado… Y la ausencia de transporte masivo, y, sobre todo, de intermediarios masivos, facilitaban lo económico, y asequibilidad, y frescura, y calidad, del producto.
Eso es lo que hay detrás de todos los rifirrafes políticos entre ineptos y apañaos… Hemos de volver a una autoproducción sostenible; hemos de recuperar el consumo de cercanía; hemos de restablecer los ecosistemas que rompimos hace medio siglo, si queremos que sobreviva el planeta, y con él, nosotros… Una granja de gallinas para un pueblo no tiene por qué ser insostenible (si no lo fue entonces, no tiene por qué serlo ahora). Son los añadidos consumistas – no comunistas – los que nos convierten en ciegos y sordos… y hasta mudos. Que se lo pregunten, si no, a los propios medios de comunicación, por ejemplo y entre otros…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com