En la “mili”, yo tenía un sargento que era amigo mío antes de entrar a mi servicio militar… Un día, en el período de instrucción, me llamó a su presencia: “Miguel, en la calle y de paisano, me tuteas, como siempre. Pero de uniforme, y aquí dentro (en el cuartel) de usted y por mi rango”… No es por ti ni por mí, es por los demás”… Lo entendí perfectamente. Son los dos roles que, sí o sí, había que observar. Hoy, que ya no existe ese soldado híbrido entre civil y militar, si no que se es profesional de lo uno o de lo otro, imagino – no lo sé – que tales casos se darán bastante menos en el ejército actual. Pero siempre, la amistad y la disciplina han tenido que disimular su parte en ese arte.
Antonio, que así se llamaba aquel suboficial, al igual que yo entonces, éramos aficionados al teatro, fuera, en la vida civil, y participábamos juntos en alguna que otra obrilla de las que se escenificaban en el pueblo… Por lógica, en los fastos militares de la Patrona de Aviación, dónde él dirigía algún obligado sainete de los mismos obligados Hnos. Quintero, solicitaba de mi persona en aquel cuartelero elenco. Esa invitación, en plena “mili”, era, claro, más una orden que un porfavor, pero también suponía que se me rebajaba de servicio de armas mientras duraban los ensayos. Era un buen “change”, al fin y al cabo… Y, encima, el aforo estaba asegurado: toda la tropa y oficialidad (por lo tanto, la suboficialidad también asistía como el obligado relleno del bocadillo… Por deprimentes que pudiéramos llegar a ser, la ovación estaba garantizada. Todo se quedaba en casa.
En los días que duraba esa preparación, se volvía a poner de manifiesto con el resto de militares de la base, esos dos roles que citaba a nivel personal con mi amigo Nono (así le llamaban en lo civil). Los que preparábamos la obra a representar vivíamos dos existencias distintas, o mejor, casi tres: La del papel asignado en la obra; la de actor circunstancial, con un asomo de camaradería y privilegios para con nuestros superiores; y la de la vida militar estricta… A veces me he preguntado cuál de ellas era la real.
Esto que hoy cuento, no es un cuento… Y no lo es, porque si nos paramos a pensar un poco, nos daremos cuenta que esos dos roles, como mínimo, los hemos desempeñado todos (o digamos casi todos) en nuestras vidas reales. En nuestro cada día, en nuestro medio, que son dos medios: donde uno es quién es: amigos, familia – y a lo peor, tampoco – y dónde uno se gana la vida: jefes, compañeros, clientes, relaciones de trabajo… ¿Cuál de los dos medios, cuál de esas dos mitades, de los dos roles, es el real?..
Yo he consumido casi toda mi existencia viviendo esas dos partes para poder mantener el tipo, digamos dignamente… Tras diez años jubilado, creo apreciar claramente cual era mi rol de subsistencia y cual el de mi… no sé cómo definirlo, pero ustedes me entienden. Los dos son experiencia, pero no son los mismos. A esta distancia, veo la cantidad de papeles que he tenido que defender en la obra del teatro de mi vida para poder mantener mi yo mismo durante los cuatro chavos del resto de la misma. Me he pasado más tiempo vestido de Arlequín que de mí mismo, si es que ese yo mismo tiene ya algún valor fuera de los falsos roles…
Lo digo, porque lo que queda de mí ahora debe ser lo auténtico, lo genuino, lo real, aunque no sea gran cosa. Pues lo demás fue el pijama con que salí durante toda la obra aquella del cuartel. Se acabó el papel, y se terminó el personaje… Hay muchos aún que me recuerdan como aquel destacado de la Coec; o aquel disparatado (fue proyecto obispal) Presidente de Comunidad Parroquial; o de Director de Cáritas; o de Juez de Paz; o de otros muchos más títulos y representaciones que gilipolleces… y noto que ese que así me recuerda está evocando a un extraño, a alguien que dejó de ser para muchos, e incluso para sí mismo. Es tan solo que un (falso) rol perdido en el tiempo. Y siento una sensación extraña y extraviada…
Me ha vuelto a venir viendo unas viejas fotografías, como los daguerrotipos aquellos que se hacían a las personas muertas… O sea: yo tuve un papel en ese personaje, pero no soy tal personaje; yo le di vida y existencia y yo se la quité… Y entonces recuerdo a Nono que ahora me dice: “ya no me llames de usted y por el grado… ya solo tutéame…”
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com