Para mí, personalmente, claro, lo más importante del año que ha pasado, sucedió en el día de Nochebuena: fue lanzado al espacio exterior el telescopio James Webb, con el que alcanzaremos ver hasta incluso el nacimiento del universo (de nuestro universo, al menos, pues hay infinitos universos). Podremos saber si la teoría del Big Bang, de Hawkings, es la correcta, y conoceremos sobre nosotros mismos y de nuestros orígenes, más de lo que quizá estemos dispuestos a reconocer… Hasta las religiones van a tener que “retocar” su postura al respecto. O, al menos, a cómo encajarla, aunque comiencen por negarla…
Muchos me dirán que un telescopio enfoca su visión hacia adelante, no hacia atrás… No es así exactamente en un universo curvo, en que no solo enfoca la distancia, sino también el tiempo. Lo mismo que vemos en el cielo luces de estrellas que ya no existen, pues son el reflejo de lo que hubo a años luz de distancia, un telescopio puede hacer lo mismo e ir más allá en esa misma distancia y tiempo. Es como si cada uno de nosotros pudiéramos enfocar nuestro propio pre-nacimiento. Un viaje en el tiempo. Así mismo las galaxias, las estrellas (soles) y planetas… Imagínense el nacimiento del universo que los alberga: el nuestro, mismamente… Resulta muy hermoso que se haya lanzado al espacio el mismo día que nosotros conmemoramos otro glorioso nacimiento, o, al menos, así lo creo yo.
La ciencia tan solo demuestra lo que nuestro pensamiento no es capaz de mostrarnos, pero que, por el hecho de no ser capaces de creerlo, no deja de ser la auténtica y genuina verdad… Usted que me está leyendo, y toda la gente, y yo mismo, claro, llevamos en nuestros cuerpos protones que existieron hace 13.800 millones de años; y protones de dinosaurios; y de peces y celentéreos antediluvianos; y de cuanto ha existido en esta Tierra o en las otras muchas e infinitas tierras… Incluso de las primeras bacterias que formaron las primeras formas de vida. Llevamos la creación en nosotros mismos, lo que pasa es que el ser humano siempre ha buscado fuera lo que lleva dentro. Se ha ido conociendo en lo exterior antes que en lo interior…
Pero nosotros perecemos, me objetarán… Efectivamente, al igual que mueren también todos nuestros sistemas solares, todas las estrellas y planetas; al igual que los soles se evaporarán y se mezclarán con otras nebulosas aún por existir; y moldearán nuevas formas de vida, de las que también esos, nuestros actuales protones, pasarán a ser parte de las nuevas existencias… Es la puñetera creación, amigos míos: todo aparece y desaparece, y vuelve a aparecer de nuevo de otra manera. Es el movimiento entrópico del universo; la segunda ley de la termodinámica; el principio de la física… Y todo esto, porque no existe la nada, ni el vacío… Solo existe el todo, y luego está la consciencia de ese todo, que eso es otra cosa… Algunos, en este punto, empezarán a pensar en Dios… y a mí, me vale.
Como verán, estamos llegando a un tiempo en que la teología y la ciencia se confunden. Cada uno arrima el ascua a su sardina, pero el caso es que la física quántica casi es ya más teología que ciencia, y la cosa está en que vayamos tomando conciencia de todo ello… En los museos de esa misma ciencia les explican a los niños cómo surgió el hombre, y le hablan de los átomos, y de las células (quizá también de que ese protón del que hablaba antes se fusionó para construir el carbono, o de cómo la energía se convierte en materia)…
…Y luego salen a la calle y encuentran a un líder religioso que les espeta que todo eso es mentira, fantasías, que no existe la evolución, que un Dios – el suyo, claro – lo hizo todo… con lo fácil que les resultaría decirles que tras esa energía primordial existe una inteligencia a la que podemos reconocer y llamar por el nombre del dios que queramos… El problema es que construir una religión con los ladrillos de los dogmas es ir contra toda lógica y sentido común, pues terminan por derrumbarse esos adobes de barro, y convertirse en escombros.
Por eso mismo, que el 24 de diciembre pasado, la humanidad haya lanzado un artilugio al espacio que nos permita aproximarnos a una verdad explicable, demostrable y comprensible, alejándonos a la vez y en igual proporción del dogma imperante, para mí es más importante que el resto de las parafernalias con que revestimos nuestras mediocres tradiciones y existencias… Y lo digo con todos los respetos del mundo, no vayan ustedes a creer…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com