A un profesor de la Universidad de Barcelona, Ricardo García Manrique, lo han crucificado ante el claustro (sanedrín) por uno de sus colegas (el que hacía de Caifás), acusándolo de “fascista y colono” por no apoyar la causa independentista. Todo un auto de fe. Y toda una señal de identidad para Catalunya. Lo de “colono” es un insulto nuevo, y me ha sorprendido que mentes tan romas y obtusas tengan tales signos de creatividad, la verdad… Pero lo de “fascista” es ya tan viejuno, rancio y repetitivo, que dan arcadas. Y es que los fascistas suelen utilizar el fascismo como tal insulto hacia todos los que, precisamente, no son fascistas, y no opinen como ellos, que sí lo son…
En el hemiciclo universitario todo el mundo calló y ni uno solo lo defendió. Ni siquiera el rector. El agresor queda como radical y ese rector como consentidor. Ya conocemos cómo funciona el reparto de roles entre todos estos agentes: están los incendiarios callejeros, los verbales, aquellos que los disculpan y justifican, y los que callan, como los buenos pero culpables ciudadanos de Hanna Ahrendt (La Banalidad del Mal)… y eso sí que es un fascismo de libro. Y allí, en Catalunya, hay dos pilares significativos más que significados: la docencia contra toda decencia y la Iglesia contra toda ciencia. Sobre todo en este caso concreto, que no discreto…
Es gracias a este fascismo, a estos fascistas, que el problema catalán se ha simplificado enormemente para los que son demócratas, y es que poco importa entonces que al secesionismo lo voten una mayoría, o minoría, de catalanes. Lo verdaderamente importante es que las democracias han de impedir que el fascismo, cualquier fascismo, pueda aplastar a sus conciudadanos que no lo son por el simple hecho de no pensar como ellos… El que los llamen lo que ellos practican (el fascismo) es la confesión de lo que realmente son. Pero es bueno que ellos mismos se distingan en sus cubiles y zorreras; que se concreten en los que son y lo que son; que se retraten a sí mismos por sí mismos y por sus propios y genuinos actos fascistas.
La lástima, la pena, lo vergonzoso, es que el gobierno de la democracia española, desasista y abandone a las propias víctimas catalanas de este fascismo, como el profesor García Manrique es una de las muchas, muchísimas, que están sufriendo persecución. No hablemos de los empresarios catalanes boicoteados, de los funcionarios amenazados, de las familias chantajeadas, como lo de la inmersión lingüística, o lo de su TV3, áspid mantenido con dinero público… Es incomprensible que la Administración del Estado se desentienda de tamaña persecución, violenta e inconstitucional, que les condena al más humillante desamparo. Y es, precisamente, todo catalán que, sintiéndose también español, vive en su propia tierra. Se están colcuncando sus derechos de ser lo que siempre han sido, por un fascismo, que, encima, los llama fascistas a ellos.
Menos mal que el Parlamento Europeo palia nuestras propias deficiencias y ha retirado la inmunidad a Puigdemont, el “Calleja” de Waterloo, y la de sus colaterales: Clara Ponsatí y Tono Comín, los cuentistas de Telerín. Naturalmente, los encausados van a ejercer su derecho a recurrir al Tribunal de Justicia Europeo, derecho de recurso que su propio partido no reconoce a sus paisanos catalanespañoles. Tal es su democrafascismo… Donde Puigdemont declaró cuando le concedieron su acta de diputado europeo de que la UE era una democracia frente a la dictadura española, ahora ataca a esa misma Europa y declara que lo suyo “es un claro caso de persecución política”. Vale. ¿Y lo del caso de Ricardo García y otros cientos de miles de catalanes, ¿qué es?..
Esto debería aclarar en muchas mentes de ciudadanos cómo funcionan las democracias en sus conceptos. Cuando el Parlamento Europeo concedió el acta de acreditación como diputado – que tanto se criticó – lo que dio a entender es que el resultado de unas elecciones libres primero, y la justicia después. Como así ha sido. El requerimiento de los órganos judiciales españoles fue atendido en su momento, y el resultado es éste: la retirada de la inmunidad a los supuestos delincuentes (recuerdo que aún no han sido juzgados y condenados, aunque luego sean indultados)… Esas son las garantías procesales que los acusados tienen antes de ser declarados culpables en cualquier Estado de Derecho. Y hemos de saber diferenciar y poner distancias entre cómo actúa su “govern” y cómo actúa el nuestro, o el de la UE… Uno se salta la ley y los otros la cumplen.
…A veces, cuando uno conoce las injusticias manifiestas como la del profesor García, tendemos a actuar exactamente igual a cómo actúan ellos. Quod pro quod. Y no nos damos cuenta que actuando a la recíproca, tal y como ellos lo hacen, poniéndonos a su altura, nos invalidamos a nosotros mismos convirtiéndonos en ellos mismos. La resolución del P.E. nos está diciendo que la altura moral está en el respeto a la Ley, no en su quebrantamiento… Es un mensaje que ellos (manipuladores malignos de la verdad) no van a reconocer jamás. Como hace cualquier fascista. Al menos, reconozcámoslo nosotros.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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