Algún alguien me preguntó un día si yo era (me consideraba) español, o no… No sé si lo dijo para ofenderme o para examinarme. Pero lo cierto es que es una pregunta que plantea contradictorias respuestas. Además de que esa pregunta que se hace de forma tan simple y de manera tan simplista, en realidad es mucho más compleja que todo eso… Primero, si he nacido en España, ¿qué soy, si no español?.. lo soy, aunque no me sintiera tal. Y lo soy, porque, por mucho que practicara aquel convencimiento juvenil de aquel sesentizquierdista “yo soy ciudadano del mundo”, uno siempre tiene que ser de algún sitio, aunque solo sea por referencia y sentido práctico.
El filósofo galo Michel Onfray asevera que “ser francés es amar a Francia”…Bueno, y también puede ser (y sentirse) francés el que no ama a Francia cómo y de la manera que él supone que se debe amar a Francia… ¿o no?. Vamos a ver: ¿Abascal ama a España?, es un ejemplo, ¿e Iglesias ama a España?.. No pueden existir dos formas más distintas y distantes de amar, o entender, a España… Lo mismo que Marine Le Pen puede amar y considerarse francesa tanto como él y tan diferente que él… Quizá que el que me preguntó concebía que yo me sentía español pensando como pienso, y él creyese que eso no es ser español, por ser pensamiento distinto al suyo…
…Y ese, precisamente, es el quid de la cuestión. Es más… la gente cree que solo se puede ser de un sitio, y eso no es así, eso es ser excluyente, basarse en una falsa cerrilidad. Yo puedo ser español y catalán al mismo tiempo, igual que me considero murciano y español, e incluso europeo, a la vez. No afecta en modo alguno a ningún patriotismo (si afectara, entonces sería patrioterismo). En realidad se es hijo de la Historia, nos ponga ésta en el lugar que nos ponga y como nos ponga. Se llame Francia, España, Murcia, Portugués del Algarve o Andalucía… Los catalanes, algunos de ellos, deben saber que Catalunya está inserta en una realidad mayor, que es España, lo mismo que ésta se desarrolla en otra aún mayor, que es Europa, por lo que se puede, y se debe, ser catalán, y español, y europeo…
Si yo respeto las reglas del juego que me ha tocado jugar, porque he caído en ese tablero, y los demás jugadores respetan las mías, yo soy, y así me consideraré, de ese país… Me dirán que eso es demasiado práctico y muy poco sentido. Pues puede ser, no les digo que no. Pero es que es lo que hay, por mucho que nos quieran vender la moto: cuestión de puros y duros intereses, sentimentalismos y heroísmos aparte… Mañana, o pasado, nos dirán, verbigracia, que volvemos a llamarnos Iberia, porque se ha pensado – muy bien pensado, por cierto – que Portugal y España ganan más reuniéndose de nuevo como península única que andar cada uno por su lado, que es de tontos perdidos. Y entonces seremos, como el jamón, ibéricos de pata negra.
Por que, ¿qué les parecería ese invento, que se llame dentro de Europa la Federación Ibérica, sea de países, de naciones, o de nociones, o de lo que queramos llamarlo?.. La gran, enorme, monumental estupidez, consiste en desunirnos, en dejar de ser lo que somos para ser otra cosa aún más dividida y pequeña, para luego, con el tiempo, formar alianzas y establecer acuerdos porque nos conviene e interesa a todos. Eso es una gran insensatez propia de estrictos imbéciles.
En esto se basa mi manera de entender el ser ciudadano de una nación, o de un país, o de una confederación de ellos llamada Europa: el formar parte de una sociedad democrática, evolucionada, tolerante y abarcante, laica, antitribal, sin tabúes ni tótems, ni patrioterismos de baja estofa, exenta de valores inmortales políticos, adhesiones inquebrantables a títeres, heroísmos de faja, faca y butifarra, y de tocaflautas ratoneras…
Así que sí, amigo: me considero y me siento español. Y lo soy. Podría ser mejor, pero es lo que hay, igual podría ser peor… Asumo la herencia histórica, lo bueno y lo malo, desde Sisebuto hasta mi tocayo el de Cervantes; el nóbel Ochoa; de los brutos conquistadores a los sesudos investigadores; la gloria y el payaseo; del nefasto Fernando VII a la divina Teresa de Ávila; o el papel en nuestras colonias, desde el desastre de Annual al ridículo de Cuba y Filipinas; y cuanto aceptable e inaceptable arrastramos… Es lo que hay, y es nuestro… ¿Eso es ser español?, ¿sí?.. Pues bueno, entonces, lo soy. Pero no me busquen en el oé-oé-oé a los mercenarios de la camiseta, ni en los besaescudos ni morreabanderas… ¿Qué eso no es ser español?.. Pues bueno, entonces, no lo soy… Usted mismo, amigo mío.
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