Después de las elecciones madrileñas, el concepto de Libertad, al menos aquí, en este país, ha quedado relativizado a mínimos. Yo diría, ninguneado. Se demuestra, otra vez, que, por mucho que llevemos formando parte de la UE, seguimos siendo surrealistas perdidos, y ni comparación con el surrealismo italiano de entreguerras, que fue el que se llevó la fama cinematográfica. Nosotros, en España, escardamos la lana…
El discurso en que Isabel Díaz de Vivar… perdón, quiero decir Ayuso, envolvió toda su campaña, ha sido el de Libertad, así, con ele mayúsculas. Decía J.J. Millás en una de sus columnas, que cambió la empanadilla de Móstoles, la de Martes y Trece, por la libertad de Díaz Ayuso, y resultó el mismo éxito. Y es muy cierto… Además – y esto lo digo yo – Móstoles y Madrid también son lo mismo. Aunque el concepto de “libertad” esgrimido fuese el de tomarse unas cañas en las terrazas madrileñas, y no mucho más… Se limitó a meter en su horno de farfulleante y populista oratoria su empanadilla de libertad, y la ha llevado a re-conseguir la presidencia. Tiene su mérito: ha hecho de la Libertad una empanada mental.
Pero la clave de su éxito reside en que, ni más ni menos, la gran mayoría de la gente, joven, maduros e inmaduros, se la ha tragado. Están convencidos de que Libertad es eso mismo, y solo eso: tomarse unas cañas, montarse unas fiestas, liarse unos porros y unos botellones… Así que su populidemagogia ha trasladado perfectamente el mensaje a la calle. Diciendo lo que el personal quería oír: ¿esto es la libertad para vosotros?.. pues, macanudo, ché, esa es la libertad que os ofrezco… Pero, cuidado, esa subvaloración no solo existe en el madroño del oso, si no que se extiende por toda España. De ahí que el PP parezca haber adoptado e inventado el grito ¡ libertad ¡ en todos sus discursos y lemas mitineros… Lo que ha dado resultado en la capital, igual puede darlo en el general. Aunque esa libertad sea la del trilero, que nada tenga que vez con la auténtica y genuina libertad.
Pero el ver arracimados en Génova a miles de ciudadatas gritando, todos al unísono, la palabra “libertad”, ante un partido fundado y fundido por y en la ideología de alguien (Fraga Iribarne) que nos mantuvo durante cuarenta años privados de ella, precisamente, parece un diabólico contrasentido… Por supuesto, qué duda cabe, que la libertad que gritaban tan eufóricos no era la misma que la que se coreaba durante la Transición. De hecho, son dos libertades tan opuestas, tan diferentes, tan distintas y tan distantes, que no deberían compartir el mismo nombre.
…Y, al mismo tiempo, fíjense, me da miedo. Y me aterroriza, porque, una vez secuestrado, y admitido el secuestro, del concepto de Libertad, es fácil sustituirlo por una pseudolibertad, por una falsa y prostituida libertad, por un mal recuerdo de la verdadera libertad. Y, entonces, el Gran Hermano estará más cerca… Y se nos habrá vendido – y nosotros habremos comprado – que la libertad es el puto, puro y duro hedonismo barato de tomárselas con los amiguetes; y que somos seres libres por eso mismo, y que debemos estar agradecidos por ello… Y, al final, nos colarán el serrín como madera.
La privación de libertad es un crimen de lesa humanidad cuando esos seres humanos conocen lo que es la libertad. Y saben que una cerveza también se puede tomar en las terrazas de las cárceles y bares de la dictadura. Por eso, un golpe de estado es ejercer la violencia e imponer la suspensión de un régimen de libertades por la fuerza… Pero cuando, sutil y arteramente, se convence a los ciudadanos de que la libertad está en la escoria de la libertad, y no en la esencia de esa libertad, el secuestro de la misma ya no es traumático, casi que hasta parece un favor…
Tan solo hace falta ya que involucremos a los medios en este juego de manos (y no se está tan lejos de lograrlo) y conseguiremos rebañar el rebaño, se nos inmunizará de pensar por nosotros mismos, lo haremos gregariamente (ver quedadas juveniles) y creeremos que ejercemos nuestra libertad, y lograremos, por fin, ese Mundo Feliz tan cojonudo y tan acojonante…
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